Del "sillón ball" al running.
- Iván Galán
- 8 may 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 16 may 2020
Procesos generales de la adaptación fisiológica al entrenamiento de resistencia aeróbica.

Después de casi 50 días, muchos de nosotros hemos estado sin hacer ejercicio. La vuelta a la actividad física genera en nuestro organismo una serie de cambios. El entrenamiento gradual y constante va a permitir que nuestro cuerpo, con sus órganos y sistemas, se adapte progresivamente al estrés físico (entrenamiento) que le aplicamos. Este estrés hace que nuestro organismo se sienta “incómodo”. Por suerte para nosotros, tiene una serie de mecanismos que minimizan esa molesta situación.
Veamos ahora las adaptaciones más importantes.
1. Adaptaciones pulmonares.
El entrenamiento periódico de la resistencia aeróbica produce un aumento de la capacidad pulmonar - volumen de aire que somos capaces de introducir en nuestros pulmones- y una mayor frecuencia de respiración. Esto se traduce en más oxígeno en nuestra sangre debido a una eficiencia mejorada en el intercambio gaseoso.
2. Adaptaciones cardiocirculatorias.
El entrenamiento gradual hará que el corazón se vuelva más distensible (elástico) permitiendo una mayor capacidad de llenado de sangre y a la vez más fuerte. Esto posibilita que la sangre rica en oxígeno y nutrientes llegue con más facilidad a los músculos. Al igual que el corazón, los vasos sanguíneos se dilatan más, son más elásticos y con un mayor tono. Otra consecuencia importante del entrenamiento es el aumento de la sangre que circula en su organismo- volumen plasmático-. Esto ayudará a mejorar los valores de presión arterial.
3. Adaptaciones de la sangre.
El aumento del volumen plasmático hace que se diluyan los glóbulos rojos, es decir, hay más líquido por la misma concentración de hematíes. El fin es hacer la sangre menos viscosa y de esta manera, su “viaje” por el sistema circulatorio es más fácil. La otra adaptación a considerar son los cambios que sufren las concentraciones de triglicéridos y colesterol. El colesterol “malo” o LDL disminuye y el colesterol “bueno” o HDL aumenta, con lo que se reduce el riesgo de sufrir infartos.
4. Adaptaciones de los mecanismos de autorregulación.
Para la realización de ejercicio físico se necesita energía. El proceso de obtención de energía produce calor. Un aumento excesivo de la temperatura corporal es peligroso para nuestro organismo. Para evitarlo disipamos el calor corporal a través de la evaporación del sudor. Por tanto, el entrenamiento regular nos hace más eficientes en la regulación de la temperatura corporal aumentando nuestra sudoración.
5. Adaptaciones energéticas y musculares.
A nivel energético, el entrenamiento de resistencia aeróbica provoca adaptaciones en una mayor utilización de las grasas como fuente de energía, ahorrando el glucógeno. A nivel muscular aumenta el número de mitocondrias - “fábricas” para la obtención de energía mediante el consumo de oxígeno- haciendo que los músculos sean más eficientes. Estas adaptaciones consiguen que la fatiga muscular retrase su aparición. En conclusión, nuestro organismo es una “máquina” muy sofisticada que se adapta a los cambios. En el símil automovilístico, las adaptaciones que produce el cuerpo son como el sistema de suspensión cuya finalidad es absorber las irregularidades del terreno por el que circula. Desde Bikila Run With Me Iván Galán recomendamos una vuelta a los entrenamientos de un modo progresivo para ayudar a que las adaptaciones se consigan en los plazos correspondientes y así evitar la saturación del sistema, situación en la cual el entrenamiento no está produciendo mejora sino más bien el efecto contrario. Para ello debemos tener en cuenta diferentes variables como son las características del entrenamiento - en cantidad y en intensidad-, la condición física previa, así como la duración en el tiempo de estas variables.
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